miércoles, 10 de junio de 2009

¡La peluquería es la solución!

Mi pelo y yo tenemos una relación de amor y odio. Más odio que amor. Ya tuve el pelo de muuuchos colores, tantos que no recuerdo mi color de pelo real. Ahora está en una etapa normal de rubio oscuro con reflejos que aparecieron con los lavados. Antes de viajar, pasé por el peluquero del barrio que queda al lado de mi casa, ni el pijama me tuve que sacar para ir (sí, re Doña Chola). Le pedí que me arreglara mis rulos naturales, que se estaban deshaciendo de tanta tintura. Yo no sé qué hizo, lo único que sé es que mi pelo está exactamente igual y mis bolsillos tienen 45 pesos menos. Sin contar que el día antes de mi casamiento, me fui a teñir las raíces y mi pelo que era rubio rubio terminó medio naranjeta lo cual me llevó a interminables llantos 24 horas antes del civil.

Así que pensando y pensando en por qué todavía mi peluquero amigo no se ganó una entrada en mi lista negra, me di cuenta de que mi relación con él es como cualquier relación que tuve con los hombres. Alguna vez hizo alguna cosa que me encantó y conservo esa imagen en mi mente. E insisto en mantener mi relación con él. Pero ahora cada vez que voy, pasa alguna catástrofe cabellerezca. ¨Cortame las puntas¨ y termino como Colón. ¨La pasé bárbaro¨ y nunca más nos vimos. ¨Manteneme el color¨ y parezco los Ositos Cariñosos de tantos colores que tengo. ¨Sos diferente a las otras chicas¨ y tan diferente soy que prefiere a las comunes.
Ya está, lo descubrí: el día que entienda a los peluqueros, entenderé a los hombres.

Así que muchachas, ¡a cortarse el pelo!

viernes, 5 de junio de 2009

Cuestión de identidad

Mi segundo nombre es Verónica. Pero mi primer nombre es Ianina y es por el cual todas las personas que me conocen me llaman. La verdad todos me dicen Iani, Ianina siempre me sonó muy...fuerte. Pero siempre es complicado, porque todos tienen la tendencia a llamarme ¨Yanina¨ y cuando digo que es con I latina se quedan pensando...y escriben Yanina. O me dicen: ¨es lo mismo¨ a lo que digo que no, que si te llamás Fernando, yo no te llamo Carlos.
Mi apellido como mi nombre, es polaco, siempre complicado para leer, para escribir, para vivir. Una vez que se aprende, uno se da cuenta que no es tan difícil. Y que además, no es tan complicado pronunciar. Pero la ilusión que dan las zetas y la doble v es de que jamás se consiguirá decir. Me reencontré con mis compañeros de la primaria y una de las cosas que me dijeron es que nunca se había olvidado de escribir mi apellido. Ocho horas juntos, siete años, causa eso.
Es por eso que a veces opto por el Verónica. Y por el Soto, que es el nombre de mi mamá y es bien fácil de recordar y escribir.
Siendo profesora en otro país, me encontré con un millón de nombres nuevos y pronunciaciones extrañas de mis alumnitos, que son muchos. Y a veces no los consigo pronunciar bien y ellos me miran, y repiten hasta que consigo. Yo entiendo la importancia de una buena pronunciación.
Anteayer una alumna me preguntó por qué a veces escribía Verónica en el nombre de contacto. Le dije que era más fácil así. Y ella me dijo: ¨si vos te molestás tanto en aprender el nombre de las personas, que ellas se molesten tanto como vos.¨
Así que como los alcóholicos empezaré mi rehabilitación...¨hola, me llamo Ianina y mi familia es polaca¨, jejeje.

miércoles, 3 de junio de 2009

Sapeando con príncipes

Joaquín Sabina canta una canción llamada ¨Es mentira¨ y siempre que escucho la parte de ¨mi crimen fue vestir de azul al príncipe gris¨ me recuerda a mis andanzas por la vida. Laura y yo nos hemos chocado con muchos sapos en nuestras vidas (creo que todas nos cruzamos más de un batracio en algún momento) y los descubrimos después de aguantar muchas cosas y cositas. ¿Pero qué pasa cuando es realmente un príncipe, pero no azul?
Laura se reencontró con un muchacho que conoció hace unos años en un viaje en carpa al norte. Se encontraron, charlaron, se divirtieron y Laura volvió encantadísima. Y ahí terminó todo. No hubo un segundo encuentro, no hubo ni una miserable llamada, nada. El anteaño pasado me encontré con un conocido y como todo príncipe descolorido, se portó como un señorito. Pasamos una mañana, tarde y noche charlando y bebiendo hasta que no cabían más botellas en la mesa y cual caballero me llevó a casa donde nos despedimos. Días de mensajes y llamadas de ¨cuándo te veo¨ hasta que nos vimos. Hace exactamente un año y meses que no lo veo, pero para ocultar el hecho de que el interés de vernos ya pasó, nos hablamos por Messenger. La verdad, nunca esperé gran cosa de él y se portó como un príncipe…celestito claro, medio turquesa, tirando al negro. La culpa no fue de él, fue mía. Por más de un motivo en el momento que nos encontramos yo ya sabía que eso era todo pero mi insistencia en colorizar el mundo como las películas blanco y negro fue más grande. El era un príncipe pero gris, como dice Sabina.
Ahora, ¿las mujeres tenemos un problema de daltonismo crónico o es simplemente fantasía exagerada?
No queremos ser salvadas por un Prince Charming como en Shrek pero con uno que se apareciera en un pony bastaba para que mi fe en esa raza volviera. O al menos que llamara...